Era un funcionario público muy callado y tan exigente consigo mismo como con su trabajo de copista de documentos. Su uniforme se había desgastado mucho con el tiempo y atribuyó los fuertes dolores que sentía en su espalda y en su hombro a la vejez de su capote. Le pidió al sastre Petrovich que lo arreglara; pero éste le aseguró que era imposible porque estaba demasiado gastado. No tendría más remedio que hacer confeccionar uno nuevo. Debido a lo magro de su sueldo tuvo que sacrificarse mucho para poder comprar la tela y luego pagarle la confección al sastre. Después de muchos esfuerzos tuvo su capote nuevo; pero a los pocos días de estrenarlo se lo robaron. En vano buscó ayuda para recuperarlo y como consecuencia del frío padecido y más aún, por la tristeza, murió. A partir de entonces, un fantasma con su rostro asaltaba a los funcionarios y les robaba su capote. Hasta que un día le tocó el turno a un personaje importante que no había querido ayudarlo a recobrar su abrigo; y, luego de asaltarlo y arrebatarle su capote, el fantasma de Akaki Akákievich Bashmachtin, desapareció para siempre.
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